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Dechado de Virtudes, la mujer expuesta

Entrar y sumergirse en ese mundo que puede y constituye la otra mitad de la sociedad, sin importar edades, es una aventura que todos (o creo que muchos) queremos correr y lo hacemos, sin que valgan las preferencias sexuales.

El caminar de la mano de una mujer, es lo más fantástico que puede haber, es un amanecer diferente y una anochecer tormentoso, suave, dulce y extravio de opiniones y al final, de una lucidez que nunca comprenderemos, más que cuando nos acompaña una fémina. La hembra del macho, es una sentencia que, a primera vista, nos parece aberrante el definirse; pero no es esa la intención, aunque el camino al infierno este pavimentado de ellas. Las mujeres son la parte sensata y emocional que este mundo debe de agradecer por su existencia, ya que sin ellas sólo somos otra especie animal perdida, sin guía…

Historias de labores femeninas, ese es el título de la nueva exposición que nos trae el Museo Amparo, una vorágine de presentaciones es la que se ha dado en este bello recinto; todas ellas son únicas, con personalidad e historia propia. En este Dechado, en un claro juego de palabras y definiciones, pero también en un resalte de las habilidades del género femenino; sobresaliendo las manualidades que se hicieron en siglos pasados, por diferentes generaciones de niñas, de diversas clases sociales y en varias ciudades de la República, pasando por épocas de la vida del país. Dechado es hacer un recorrido por los colegios, monasterios, las sencillas casas y todos los lugares que componen nuestra estructura social.

Las virtudes femeninas, eran un Dechado, lo sigue siendo en una nación que impera un machismo y queremos resaltar esas labores que, según imposición y reglas dictadas por siglos, deben ser hechas por las mujeres. Obviamente, poco a poco han ido cambiando ciertos lineamientos. Pero regresando a la lid que nos interesa, el Museo Amparo nos muestra, a través de varias salas, esas magnificas enseñanzas que recibieron las niñas de ese pasado que se niega a irse. Son trabajos hechos en los siglos XVIII, abarcando hasta el XX, y como nos dice la excelente curadora de esta exhibición, fueron usados como un muestrario de costura y a la vez eran un ejercicio para mostrar las virtudes de todas sus creadoras.

En las vitrinas que habitan en los inmaculados cuartos del Amparo, también hay los artículos culpables de que se hicieron todos esos tejidos, costureros llenos de instrumentos usados por las agiles manos infantiles; y en este punto es digno de resaltar una obra hecha por una niña, que termino su labor, antes de cumplir los seis años, éste trabajo es uno de los que abren y te reciben al inicio de las salas montadas para este efecto. Así es como nos vamos adentrando a las propuestas hechas por estas mujeres, que más que ser una costumbre desechada, sigue muy presente, pero es el enfoque y el valor que ha trascendido con los siglos.

Esta es una técnica y practica que no solo se ha hecho en nuestro territorio, en si es una elaboración que se dio en la Europa Occidental, que no puede negar la gran influencia morisca o turca y de ese Oriente que ha dotado a las nuevas civilizaciones, de valiosas herramientas que siguen vigentes. Esto, también otorgo de modelos nuevos para la imaginación de quien las fabricaba, ya no solo son trazos de flores o animales, se incluyen figuras fantásticas, esas que imperaron en el medievo y siguen siendo una gran fuente de inspiración.

Los Dechados que ahora puedes admirar, vienen de diferentes colecciones, Museo Textil de Oaxaca, Museo Franz Mayer, Museo de San Ignacio de Loyola (Antiguo Colegio de Vizcaínas), Museo de Historia Mexicana y las Colecciones Privadas Carmen Boone y Alicia Bazarte y todas ellas han sido supervisadas por la Maestra Mayela Flores Enríquez, quien fue acompañada por el Maestro Ramiro Martínez; ambos destacaron varias características muy propias de las mexicanas de esas épocas. Una de ellas que puede tener una connotación curiosa, pero en el fondo se puede dar una interpretación social, y es una marca especial que se le ponía a esos bordados, una pequeña silueta de un mono, el cual podía tener flores o una corona; esta figura alude a esa frase o refrán tradicional, «la mona que se viste de seda, mona se queda», cada quien le da su interpretación personal y filosófica.

A partir del sábado 12 de marzo, pueden observar los diferentes bordados y tejidos que hicieron esas bellas manos, las cuales dieron una hermosura perenne a cada puntada, a cada mirada y cada lección bien recibida, y éstas fueron impartidas por diferentes órdenes monacales, todas ellas supieron transmitir sus experiencias, aunque algunas veces hayan sido dadas con rigurosa disciplina religiosa…

Escrito por Invidente Zurdo

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