Una encarnación hecha escultura, representación de sus raíces y sueños, de naturaleza muerta, pero con figuras que claman a su autor viveza. Viveza en los ojos, las manos, las expresiones de rostro, cuerpo y alma que se ven plasmadas en pequeños, medianos y grandes trozos de madera.
La infancia corre por cada trazo que talló, cada corte que hizo surgir la aventura con los cinceles, cuchillos y demás artilugios que se desplazan con sus habilidades físicas, dándole un cuerpo a la imaginación, comparable a la onírica de Herón Martínez y no sólo en los sueños inquietantes, también a la fuerza de sacar las responsabilidades de una materia sudorosa.
Ya que no es su principal fuente de ingresos económicos, no, solo es la distracción del espíritu que conecta con esas ondas invisibles de inspiraciones, a veces son simples, otras tienen la complejidad de la sencillez y en unas más, el escape de una rutina que puede ahogar, pero encuentra el desfogue con sus herramientas.
Simoes nació en Mozambique y no se imaginaba que su primera parada americana sería en un surreal país como el nuestro, donde las comparaciones y rasgos son muy parecidos a su cuna natal. De cálida, espontánea y sincera sonrisa, demuestra la humildad que tiene para quien lo entrevista, una charla sui generis; quien preguntaba lo hacía en español, y quien respondía era en portugués, teniendo más entendimiento éste último. En esos balbuceos del entrevistador, trataba de comprender los motivos para llegar y viajar miles de kilómetros, por parte de su invitado, ¿o eran los reporteros los invasores? Creo que más bien lo anterior, aun así, el hospedaje y hospitalidad que nos dieron en D’Los-Vieyra fue hecho con mucho cariño; proporcionando su casa como si fuera un estudio profesional (que en realidad lo es, pero para los obreros del arte).
Simoes platico con soltura, dando pormenores de sus motivaciones, de su vida familiar y la situación que prevalece en su país, con respecto a la cultura: los financiamientos, el casi nulo apoyo del gobierno u otras entidades privadas. Pero eso no lo hace cejar en su intento por crear, al contrario, lleva años siendo un escultor y siempre con un enorme gusto. Poco a poco ha logrado dar cobijo a sus hijos de madera, ya han estado fuera de su nación, han llegado al Viejo Continente, más en específico a Alemania, donde se da el encuentro con nuestra artista mexicana-alemana, María Anger. De esta alianza de amistad y cultura, es como se gesta el viaje que lo trae a nuestro país y lo mejor es que llega a Puebla, aunque su travesía duro 24 horas, solo del viaje intercontinental, porque a esto hay que sumarle el «cómodo» traslado de la Ciudad de México a la Angelópolis.
Pero helo aquí, con tres de sus muestras, muy bellas por cierto, que nos enseñan los alcances de Simoes, tres esculturas que integran todos los aspectos de su increíble personalidad, la cual se notará a través del video y la entrevista que a bien nos proporcionó (este estará listo en días adelante). Después de revisar las respuestas, después de ver las imágenes, me quedo con esa nítida respuesta, donde expresa como niño, la alegría de aceptar la invitación de María Anger: «Si quieres yo cargo las cosas y me las llevo en la espalda para ir a México»…