Hay discos que sorprenden y decepcionan antes de su concepción total. Los rumores que los rodean son intensos, canbrones, de genuinos halagos, a alabanzas fuera de lugar. Uno de esos ejemplos es la producción del genial cantante de Trivium: Matt Kiichi Heafy, un tal trabajo conocido como Ibaraki. Grandes expectativas… Que no defraudó a nadie…

Al menos es lo que sentimos cuando lo escuchamos la primera vez, que, siendo honestos, nos dejo atónitos, por no saber como clasificarlo en el inmenso – y a veces rídiculo – mundo del metal. ¿Black? ¿Avant? ¿Death? ¿Folk? Nada y todo, a la vez. Después de varias escuchas, en el tornamesas, porque tuvimos el descaro de adquirir el LP, el cual es una presentación de doble acetato; lo que aumento la curiosidad y ganas de comprarlo – que, por cierto, salió a un buen precio con la compañía de uno de los apóstoles Trumpianos y del nuevo apocalipsis, un ñor que da besos…

Han sido varias las veces que lo escucho, y ya he hartado a mi esposa y perros, vecinos y creo que, hasta al mismo espíritu del Matt. Corre el riesgo de «rayarse», pero que chingaos; los Guns así lo hiciero con el de Too fast de Mötley, y los llevo a elaborar una obra maestra como lo es el Apetite. Pero ¿por qué la obsesión? Porque después de cada sesión, le encuentro nuevos matices… Y sí, sé que suena pretencioso y mamón, pero, la neta, es que hallas sonidos en el fondo, intenciones vocales en otro trasfondo, sin mencionar la descarada influencia y mano de un tal Ihsahn, una, o la mera, de las mentes maestras detrás de Emperor.

Con Rashomon, Ibaraki / Heafy, se libera de muchas vibras, de cargas y añoranzas de lazos familiares, donde las raíces sumergidas en el lejano oriente salen a la luz, con una puta energía que no esperábamos. Potente, lbertario y reinvicativo en toda la extensión de la duración del disco… y de la palabra…

El hecho de que cantes en una popular banda de heavy metal, no impide que te deschongues y hagas un buen desmadre organizado con una de tus principales influencias musicales, como lo puede ser el black metal noruego, el de la ruca escuela. 10 cabronas rolas que no tienen desperdicio, porque, a pesar de la cargada mano de Ihsahn, poco a poco, el pinche Matt se desboca como caballo de carreras, y saca lo mejor de sí. Desahogando una larga espera para completar, físicamente, esta idea tan largamente añorada.
1. Hakanaki Hitsuzen
2. Kagutsuchi
3. Ibaraki-Doji
4. Jigoku Dayu
5. Tamashii No Houkai
6. Akumu
7. Komorebi
8. Ronin
9. Susanoo No Mikoto
10. Kaizoku

Ese es el set list de tan preciada joya del metal, que, poco a poco, suelta lastres costumbristas para experimentar, y establecer, nuevos rumbos musicales en un género con claras evidencias de cansancio. Por eso es notable, los huevos que le echan artistas como Matt, donde no hay nimiedades o medias tintas. Sólo hay que hacerlo, y el puto destino de tu vida lo aceptará como un signo de brutal y sincera explosión de animalismo…
Todo el concepto es brillante y, hay que decirlo, bello en su resultado final. Desde esa portada minimalista y demostrativa de orgullo ancestral, Rashomon fue cuidadosamente producido por la disquera germana Nuclear Blast. Y si gustan de los discos tipo totopos, dense su vuelta por los amazónicos, y cacénlo cuando esté en buen precio. A nosotros nos salió en 400 lucas…
Ocioltura recomienda ampliamente este trabajo musical…