El gran Kan, fundador del imperio más grande que ha existido en la historia de la humanidad. Sus dimensiones abarcaban Asia, Medio oriente y parte de Europa del este. Por esa causa, era necesario movilizar a miles de soldados para poder llevar a cabo tales conquistas, las cuales no eran sencillas y si muy sangrientas, lo que obligaba a contar con tiendas médicas.
Pero esas instalaciones médicas no se acercaban a lo que ahora conocemos, más bien estaban entre la línea de lo rústico y miserable por decirlo de alguna manera. Eso no quiere decir que no eran efectivos los curadores del Kan, obviamente, se valían de materiales, orgánicos y no, que ahora pueden parecer, al menos del lado occidental, poco recomendables.
La leyenda dice que cuando Gengis Kan, el fundador del imperio contiguo más grande de la historia, merodeó por Asia llevaba con una carreta llena de gusanos para ayudar a sus soldados. Sus heridas serían rellenadas con los gusanos que se deleitaban con su carne. No en el tejido vivo, sino en el tejido muerto y en descomposición que las rodeaba.
Fascinantemente, se cree que Kan y sus ejércitos sabían que hay gusanos allí que no solo se alimentan de su carne necrótica, sino que también mantienen las heridas limpias después de haber masticado el tejido infectado.
Y los mongoles no fueron los únicos. Existe evidencia de la antigua tribu aborigen Ngiyampa de Nueva Gales del Sur en Australia, la gente de las colinas del norte de Myanmar y los mayas de América Central también los usaban.
Curiosamente, sin embargo, realmente no se popularizó en la medicina convencional durante mucho tiempo. Y, de hecho, se necesitó otra epopeya bélica para llamar nuestra atención.
Un cirujano llamado John Forney Zacharias, quien trabajó una temporada en un hospital en DanVille durante la Guerra Civil de EE.UU., comenzó a prestarle atención a este fenómeno. Fue el primero en la modernidad en usar intencionalmente gusanos para eliminar el tejido descompuesto, con resultados lo suficientemente buenos como para producir, como él dijo: «satisfacción eminente».
Los gusanos, además, limpiaban las heridas de sus bacterias, notó. Sin embargo, ese trabajo pronto se detuvo gracias a personas como Robert Koch y Louis Pasteur que defendían, con razón, una buena higiene, lo que no parecía concordar con el uso de gusanos.
Con Alexander Fleming y el advenimiento de la penicilina la práctica aparentemente quedó consignada a la historia pues ¿quién quiere tener gusanos retorciéndose en las heridas cuando una simple píldora puede resolver el problema?
Pero en la década de 1980 los mágicos antibióticos estaban perdiendo su propia guerra con un nuevo ejército de élite llamado Staphylococcus aureus resistente a la meticilina, más comúnmente conocido como SARM.
La súper bacteria de hospital requería una nueva arma y ¡boom! los gusanos volvieron a las heridas. Y es que, no es solo son ideales porque eliminan el tejido afectado disolviendo la carne para darse un festín digno, sino que consumen bacterias desagradables como el SARM, y las destruyen en sus entrañas.
Son rápidos, eficientes y muy eficaces. Por ello, en lugares como Reino Unido están disponible para todos a través del servicio de salud o NHS. Y para aquellos que les repulsa la idea de tener gusanos arrastrándose por sus heridas, ahora vienen empacados en lo que parecen pequeñas bolsas de té… ¿Qué podría ser más reconfortante que eso?
Con apoyo de información de la BBC, puedes leer el artículo de ellos aquí: http://bitly.ws/ywaQ