«Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro que costaba mucho, ungió los pies de Jesús, y se los secó con los cabellos, y la casa se llenó con la fragancia del perfume. Y Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que le iba a entregar, dijo: ¿Por qué no se vendió este perfume por trescientos denarios y se dio a los pobres?«
Juan 12: 3 – 5
Los misiles persas no causan grandes daños, pero si los hubo a pesar de que los medios oficiales sionistas lo niegan; o en su defecto, los ubican en sitios donde, supuestamente, había civiles. Así sigue actuando el linaje davídico, aplicando la nekama dictada desde el recinto del Maljut Elohim, por el flamígero dedo del Moshíaj… el hombre de Nazaret…
Debo ignorar los rasguños, algunos profundos por la caída. Ese maldito árbol rústico, feo y sin gracia, menuda broma le gastaron al llamarlo «árbol del amor». Esos bochornosos momentos han quedado atrás, como la propia ciudad de Jerusalén y su Gólgota; codos y millas romanas he devorado con ansias, buscando refugio de las garras del Moshiaj; porque pactamos no dejar testigos, y el más grande sacrificio correría por mi… al matarme…
La milenaria, misteriosa y denostada Mesopotamia me recibió como a otros tantos, inmutable e indiferente. Mejor. No hay nada mejor, en mi situación eso es lo ideal, no ser reconocido por ninguna persona local o extranjera que hay en esta hermosa ciudad. Una discreta posada he hallado para relamerme mis heridas y pensar qué haré. Escapar de la furia del señor no es tarea fácil, pero poner gran distancia ayuda a no estar dentro de la influencia y alcance de ese berrinchudo ser que poco a poco se está alimentando vorazmente de las mentes y espíritus de los hombres. Occidente lo volverá un gigantesco Golem… Pero con voluntad propia.
Las cosas caen de la mesa al ser levantada con furia por un amortajado ente que resumaba rabia por no ver acatadas sus órdenes. Cada aspaviento desataba miedo pero combinado con dulces fragancias. La mirra y el áloe salpicaba a los presentes; once se hallaban en un sólo grupo y del lado derecho, al otro extremo de esa estancia para comer se encontraba el tío, miembro del Sanedrín, pero adorador de ese esparpajo. No había mucho amor en sus palabras y azotes…
– ¡Busquen a ese boged y tráiganlo, Yehuda debe honrar su palabra…! – Grita a sus acólitos, pérdiendo, cada vez más, la compostura. Los demás, quienes le observan sienten terror a las cuencas que se logran ver en ese vendado rostro. Hay fuego eterno para quien lo desafíe, sin duda alguna. La casa tiembla, está envuelta en atroz y viciada energía.
– Yo soy juez…
– Yo soy jurado…
– Soy verdugo…
– Soy el hacha que purifica…
– Soy el salvador…
– Omega me volveré…
– Porque soy tentación…
– Soy lujuria…
– Soy universal pecado…
– Soy MUERTE…
– Soy el Moshiaj…
– ¡Jajajajajaajaja!
Las carcajadas del psicópata me llegan con el iracundo viento desatado desde el fondo de la bilis de un espíritu ancestral… pero que no tiene nada de divino…
Continuará…
Próximo capítulo: Revelaciones / Apocalipsis
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