Encendí un habano, la pequeña cerilla ilumino muy poco, solo el espacio entre la punta de ese cigarro y el que está latente entre el fuego y su concepción ahumada. Aun así, sin luna y pocas estrellas que desafían a las nubes, las sombras se perciben y veo la silueta de mi primer oficial, quien maneja diestramente el timón solo con instinto. ¿Cuántas veces ha hecho este recorrido? Decenas, por no decir centenas de veces.
El ruido de mis pisadas en las tablas no lo distrae, aguza, por lo que supongo, la mirada para no voltear atrás y seguir con el rumbo establecido por mí. Es irónico, hay una orden bien establecida que no puede revertirse ni ignorarse, pero igual, no puede, este subordinado de primera clase, distraerse con un aquejamiento de su superior nada más porque sí.
Las olas golpean quedamente desde que salimos, pero eso va a cambiar, apenas vamos a la mitad de la trayectoria y la siguiente distancia, la otra mitad, no es la más segura. Se viene lo peor, por más que hayamos navegado el mismo camino desde que los supremos tlatoanis autorizaran el sendero de la seguridad y herencia.
- Tienes frío – pregunto a Iván X…
- Sí, pero es pasajero cuando lleguemos a la séptima capa – es la primera frase que le escucho decir a este pendejo calvo desde que soltamos amarras…
Quiero creer que dirá algo más, pero ni pío…
Observo las luces rebeldes que titilan al fondo de esa negrura. ¡No mames! ¡qué pinche hermosura! Y eso que no soy aficionado a la astronomía, es más, ni siquiera a la astrología…
El carruaje de la eterna noche abre mis ojos hasta cuando no tengo alternativas para despertar de la rambla de pesadilla. Uno y dos, dos y tres; así son los mandatos de la neblina de lo somnífero. Como he dicho, a pesar de ello, somos menos de una centena humana que puede desplazarse entre los dos planos…
De la estúpida, eterna y larga tranquilidad…
- Moribundo feliz
- Agosto, 14, 2023
- 16:00 horas
- Puebla de los retorcidos ángeles…