La primera fue la segunda en sangrar, violento despertar a un nuevo mundo, con un nuevo orden regido por señores de largas túnicas y pobladas barbas, emulando al creador de todo este desmadre sicológico – social – religioso – filosófico. L… corrió al denso y oscuro bosque, llorando, gimiendo, preguntando el por qué de la mancillación multitudinaria. No sólo fue el cuerpo, su alma, dignidad, orgullo, inteligencia y mente fueron violadas a más no poder. Es ahí donde surge el sacrificio, el ofrecimiento al lado oscuro. Ella es la mano que sostiene el garrote que la lleva a redimir los actos masculinos, no importa cuantos siglos le lleve esa constricción. Nunca importa, más que verlos de rodillas suplicantes, esperando nunca escuchar el zumbido descabezador.
Desde el escape, y posterior imposición del pene, el nombre de L.. fue borrado de la historia humana, convirtiéndose en susurros para calmar a la niñas, y en contraposición, en gritos y regaños para el otro género. Ella, L…, se convirtió en leyenda, en castigo, en admiración. Esas manifestaciones la apaciguaron, la volvieron un cuento de hadas oscuras que nadie evadia, generando inspiración a las otras expulsadas; y ellas, repasaban el primer acto liberador de la idolatrada. Detallaban – y lo siguen haciendo – la maniobra, el arrojo y uso del miedo en todos los sentidos que L.. impuso a ese primer macho desalado en lo alto de la montaña… Maldito raptor rapiñero, que en sus hombros cargaba una menudita nena que todavía no sangraba, pero ese desgraciado hijo del gran puto no le interesaba, más que saciar su instinto. Nunca la vio venir, no la sintió, más que el frío de la hoja de hierro que a buena conciencia desafiaba la parábola que prohibía la justicia a propia mano.
Discretas risas alrededor del fuego se escuchaban, intentando no despertar al amo, señor, rey de la casa. El título nobiliario masculino que quieran darle es un asunto menor, el punto es que no debían molestarlo, de acuerdo a las buenas conciencias de barrigones magistrados. ¿Qué más da? L… ya vive en la parte inaccesible de la memoria femenina, agazapada para resurgir y llevarlas a la siniestra de furiosos mares, despoblando el futuro de devastadora especie.
¿Saben una cosa? Nunca fue L…, las brujas escarlatas saben que no le importo los misteriosos designios del señor. «Patrañas» de sus labios se escuchó decir, mientras dejaba la puerta abierta caminando a la ventosa tierra de la nada. Su efigie se confundió con el espectral ambiente salida de la mente de no tan bondadoso productor, serafines que ahora habitan el gabacho bosque sagrado de la alta California. Paso a paso, se alejaba del eterno castigo autoinfligido por los redactores, los censores y manipuladores de la historia. Su desnudez los espantó hasta sus profundas conciencias, donde imágenes de lujuría los asaltaba, no sabían si seguir borrando a tajo y destajo. Sus miembros reproductores clamaban por justicia y venganza contra la rebelde con causa. No, no pasará jamás. Más violenta es la desfloración a la inocencia de una especie.
La segunda costilla sonreía a lo lejos, ella es la primera en todos los aspectos; no apartó la mirada de la sombra de su hermana, a la vez que afilaba la segadora del destino. No llorará por la primogénita, bajó por un instante la vista, vio como las huellas se iban borrando lentamente. La bendijo y exclamó, en silencio, una oración por el buen llegar de la primera trinidad. Ahora ella, E… es la madre, la concebidora de la venganza…
- Moribundo Feliz
- Junio 02, lunes
- 17:42 hrs.
- Primer pergamino de la Santa de las Brujas Escarlatas…