Año 350 después del simulacro fundacional. El aire que baja de las montañas hacia las tiendas apostadas a la orilla del lago se siente helado, pero eso no importa a quienes estamos buscando refugio en esta bulliciosa parte de Nicea; la noche está próxima, eso nos facilita poder salir a buscar un poco de comida. No sé cómo me involucre en esta misión gnóstica, más bien es un suicidio tratar de defender creencias que han sido señaladas, perseguidas y castigadas por el demoniaco concilio. Estúpidos y poco venerables hombres supuestamente sagrados. Malditos obispos que sólo siguieron ordenes detrás del hombre que está detrás del emperador; el real poder que ya empieza a arrasar el orden occidental, el Χριστός…
No son tiempos para ser arrianos, la persecución ha llegado a toda la región, pero amenaza con llegar a los pueblos del Mare Nostrum, al menos eso me traen los cuervos que me mandan los cainitas que todavía persisten en la ciudad eterna. Nunca son buenas noticias, la persecución que estos señores de la nueva iglesia están aplicando es más sangrienta que la de los romanos de la época de los leones y Circus Maximus. No hay piedad. La palabra del ungido debe de ser el nuevo orden social – político – militar de los siguientes 3 mil años. El primer Reich.
El floreciente mercado del lago Ascanio no para de vender cualquier mercancía que te imagines, y es en ese detalle que ambos bandos, perseguidos y perseguidores, sacamos ventaja, pero más nosotros, arrianos por derecho y convicción. Más bien, ellos los verdaderos inocentes de la oración. Y es de esa inocencia la que me atrajo como mosca a la miel. ¡Maldita tentación de ser historia y leyenda viva! No pude resistirme a jugarle una pequeña broma al crucifixus con un anexo a los evangelios que han ido poblando lo que es la nueva Peshitta. Su ego es igual o más grande que el de su padre, el omnipotente trío gestador, pero que, extrañamente está aletargado por voluntad propia. Quizás se canso de todos nosotros y nos ha mandado al más infinito carajo universal con el hombre las mil caras. Dale poder a un berrinchudo no es, ni será una buena idea.
- Barsabás, Barsabás tapate más la cara, dice Rut que conversó con dos borrachos en la tienda de Šimʼōn, y en su lengua suelta admitieron ser de los teodiosianos blancos. Así que mejor andar con cuidado… – Iscariote lo voltea a ver, no recuerda el nombre de ese imberbe muchachito de 15 o 16 años a lo más.
- Una pregunta, muchacho ¿quién chingados es Šimʼōn? – Me irrita no saber de quien me hablan.
El chico lo ve con dejo de sorpresa y decepción. Este sagrado rebelde arriano presume de tener amplia sabiduría y conocimiento de las mentiras apostólicas que se han dispersado a lo largo de 300 años, y no puede recordar donde se ha ido a meter para caerse de ebrio.
- Maestro, es el que vende cerveza y vino.
- ¡Mierda! Malditos licores, son mi lado flaco; me aconsejan que ya no lo haga tan seguido y abundante, pero con eso de que me maldijeron con la caminata eterna ¡¿qué se le puede hacer?!
Teodosio el cobarde, el hombre que se escudaba y obedecía a su delirante esposa: una mujer que amaba, mental, espiritual y carnalmente a sus obispos que al mal llamado emperador. Es por decisión de ella que esas patrullas se han multiplicado sin freno. Van por todo… Y por todos…
Una ráfaga me devuelve a mi sexto presente. Observo como el bullicio no disminuye, al contrario, las copas vuelven a los marchantes más animosos y escandalosos. Pero veo parte de su alma, todos cargan con la piedra negra de Lilith, todos sin excepción. Eso me ayuda un poco más que al resto. No importa si el quitón es abultado, no importa si la capa es oscura, siempre logro ver el atizado coridón. En los teodisianos parece casi igual a los de todos. Tamaño y textura pueden verse idénticos, pero no, si te concentras, algo palpita detrás de ese pedrusco, el llameante cristograma con las diminutas pero legibles letras de ICXC. Hoy hay más de una docena de esos portadores, al menos los pocos metros que hemos caminado desde nuestra tienda, una fachada de hermanos médicos. No, hoy no es buena idea avanzar mucho y buscar a los prófugos de la cruz por alimentos.
- ¿Todo bien maestro? – resopla con el frío Joel, parece asustado, pero no se arremeda, sus padres fueron latigueados, colgados y después despellejados para ser usados en los amados Sefer Shechorim de Jesús. Los textos que ahí plasma, con su propia sangre y espesa orina, contienen pasajes prohibidos de los primeros tiempos, cuando los volcanes vibraban al ritmo de la descabellada muerte. Joel no lo olvida, y de una manera u otra se la cobrara.
- Creo, hijo – no soy propenso a considerar a alguien así, pero… – tendremos que ir a una de las cuevas rojas…
- ¿Qué es eso y dónde están? – Se talla las manos cerca de su boca al momento de dejar de emitir palabras.
- No hay muchas por el momento, Joel, unas seis están en el sur de Egipto, mucho muy al sur. Otras seis están en las heladas tierras de Votan, es decir, más allá del norte de los Godos; sitio que pocos van, el tuerto no acepta competencia. Y las otras están cruzando el gran mar agitado; pero esas no son tan accesibles. La serpiente ornare sigue buscando su grey… y destino…
- ¿Quién vive allí? Nunca he escuchado nada igual entre los viejos – Sus ojos cansados siguen asombrándose con cuestiones como esta.
- Es que los viejos no pueden ver o interpretar la sang real – De reojo lo miro.
- No entiendo, ni siquiera eso que acaba de decir – Ambos volteamos al oscurecido cielo, estrellado a no más poder, en ellas alcanzo a ver las puertas doradas, entre las urus y la tríada. Raras ibis retrasados al encuentro van, sus graznidos nos atrajeron a las estrellas; y ellas, en este justo momento, nos simbolizan más que nunca…
- No importa, lo que quiero decir es que estamos obligados a ir con el furibundo hermano caído…
Fin de esta cuarta parte
Sigue “Nacimiento, descenso y ascenso”