Perú es una nación milenaria como la nuestra, un país que tiene los mismos rasgos de una conquista que nos fue impuesta por la espada y la cruz. Una cultura enterrada debajo de edificios que buscaban eliminar todo vestigio de un orgulloso pasado imponente; acción que casi lo logra, más porque el estilo de vida de la sociedad de esa época fingía ser incluyente, arrastrando a los pueblos originarios a las casta preponderantes y predominantes de esa era virreinal que le llaman.
Miles de ejemplos en el arte, en la cultura en general hay por doquier, lo que lleva a una extraordinaria artista a replicar parte de ese pasado. ¿Por qué hacerlo? Para recordar los cimientos de la actual nación andina y explicar a las nuevas generaciones que esa transición no fue fácil, es más, los rastros de sangre ahí están. No se trata de escandalizar con la anterior oración, porque la sangre no sólo se mostró con la espada o en esos óleos religiosos de orientación tremendista; los rastros también los hallas en los linajes del pueblo moderno… en la secuencia del ácido desoxirribonucleico.
En esas pruebas periciales que son las pinturas; la constancia, talento e ingenio de Sandra Gamarra Heshiki saca a flote parte de la historia racial de esos siglos, donde el oro y la plata era más importante que el equilibrio social de esas uniones que en algunos casos eran forzadas.
Testimonio necesario es el que hace Sandra, ya que muchas de esas series de cuadros no son tan conocidos entre su población, sin importar el estatus. Pareciera que la memoria falla y desconoce esos siglos. También es un buen recordatorio que Perú es la otra república que cuenta con este tipo de obras, México es la otra.
Para terminar con su relevancia, con la importancia del arte hecho por la maestra Gamarra es mostrar la identidad, la raíz del actual Perú. Pero esta conexión entre ese pasado y el presente no sólo lo muestra en la pintura, las exquisitas habilidades artísticas de Sandra Gamarra la llevaron por los caminos audiovisuales y, no podría ser de otra manera, el tejido de ponchos, vestimenta que sigue campeando con elegancia entre los habitantes de ese país.
Por medio de la pintura, la artista investiga y cuestiona los mecanismos de representación del sistema del arte y del museo como dispositivo ideológico. Recurre a la copia para hacer disponibles ciertos artefactos culturales que han sido extraídos de sus contextos en el marco del régimen moderno-colonial. La artista adopta una mirada sincrética donde las producciones materiales precolombinas, virreinales, modernas y contemporáneas entran en fricción.
Fue un placer haber visto esta muestra hace unos ayeres en la bipolar Angelópolis, pero el hecho de que ya han pasado varios meses, no establece que el trabajo como el de Sandra Gamarra tenga que olvidarse y, aunque no podamos admirar de manera física las telas, los videos o el ropaje, lo podamos vivirlo en la herramienta más usada de estos tiempos, internet.
Es así como traemos al tráfico de la red, el trabajo, inspiración, reflexión y mensaje de una artista que sabe de adaptación y sobrevivencia genética. De una antropóloga virtuosa de la sensibilidad plástica que nos exhibe los lazos y herencias impuestas, al igual que aceptadas para conseguir el deseado equilibrio entre las diferentes etnias supervivientes.
Dense un gozo con los trazos y visiones de Sandra Gamarra Heshiki…