En la isla de Bornholm, frente a la costa de Suecia, proliferan las leyendas sobre los Aesir, una suerte de semidioses que sometieron e instruyeron a los habitantes esta isla danesa, rodeada por las frías aguas del mar Báltico, y se dice que podrían haber dejado tras de si una tecnología de otro mundo. Bornholm, también acoge uno de los yacimientos arqueológicos más fascinantes del mundo que se relaciona con esta raza de gigantes que dieron lugar a los míticos dioses escandinavos. Hace casi 30 años se descubrieron en Vasagård los restos de una empalizada de más de 5.000 años de antigüedad con forma de laberinto. En lo más profundo del mismo, los investigadores localizaron un trozo de pared decorado con símbolos solares lo que les permitió deducir que aquello debió de ser un templo de la Edad de piedra, el primero en su género. Pareció confirmarlo un hallazgo posterior. Se trataba de 2.300 figurillas de oro labrado que mostraban extraños seres macrocéfalos, con solo tres dedos al final de unos largos brazos. ¿Eran los Aesir?
La ciencia ignora el propósito de más de 300 piedras excavadas en Suecia que datan de la edad de piedra
«En un intento de añadir lógica, se especuló con que aquel lugar había sido destinado a lugar de culto y que las pequeñas figuras doradas eran una especie de ofrenda periódica» -explica el investigador José Antonio Prieto. Pero, me pregunto: ¿De qué tipo de credo hablamos? «Resulta estimulante comprobar cómo los habitantes de la región hablan todavía hoy de poderosas luces en los cielos» -añade.
La relación que establece Prieto entre las luces en el cielo y los seres macrocéfalos se ha visto corroborada por el reciente hallazgo, a finales de diciembre de 2017, de 300 discos de piedra tallada en las que se han grabado líneas y símbolos que recuerdan a un sol. Por ese motivo las han bautizado como piedras solares y nadie sabe para qué sirvieron ni por qué intentaron quemarlas.
El finlandés Ole Sonne Nielsen, arqueólogo jefe en el Museo de Bornholm, cree que las piedras demuestran la adoración al sol de sus ancestros. «No es de extrañar, porque eran granjeros y por lo tanto totalmente dependientes del sol para cultivar el suelo y mantener la vida. Las rocas redondas –añade- son de diferente tamaño, pero en todas está presente un sol redondo con sus rayos.
La historia, lo confieso, me trajo a la memoria una fascinante lectura de mi adolescencia que llevaba por título Los dioses del sol en el exilio. Su autor, Karyl Robin-Evans, describía en sus páginas una expedición al Tíbet en 1947 para recabar información sobre un disco comprado en India o Nepal por un colega suyo de Oxford. Durante su incursión por Baian Kara Ula, el explorador dio con una tribu llamada Dzopa cuyos antepasados procedían –según sus tradiciones- de un planeta que orbitaba la estrella Sirio. Un problema en su nave les dejó atrapados en la Tierra en algún momento del año 1014 de nuestra era. Como los escandinavos, poseían unos discos con grabados de seres macrocéfalos y tres dedos en sus extremidades.
Sin embargo, resultó que «Robin-Evans y Lolladoff y su colega de Oxford, son personajes ficticios inventados por David Gamon, el verdadero autor del libro» -aclara el editor del Ojo Crítico, Manuel Carballal. «Los dzopa,-término que significa en tibetano ‘hombre de la montaña’ son, sin embargo, un pueblo real de profundas convicciones religiosas, en concreto, budistas» -añade.
Decepción. No obstante sí hubo discos. Pudo fotografiarlos un ingeniero austríaco llamado Ernst Wegener en 1974, aunque a diferencia de los publicados en el libro de Gamon, no poseían ningún dibujo de seres cabezones. Confieso que, obsesionado con el asunto, llegué a viajar a China para tratar de ubicarlos en el Museo de Banpo, en Xian. Allí di con los bi, término mandarín que significa disco y que se relacionan con unos tubos (Cong) que se situaban en su agujero central. Recuerdan poderosamente a los discos de vinilo salvo porque su antigüedad se remonta al III milenio a.C. Nadie sabe su función.
Sus tamaños oscilan entre el centímetro y el metro de diámetro y su grado de sofisticación sigue asombrando a los investigadores. Como las piedras solares halladas en Escandinavia, estos discos de jade constituyen un testimonio impresionante y enigmático de un culto desconocido o, tal vez, parte de una tecnología cuya función no podemos imaginar.
Autor Josep Guijarro para https://www.espaciomisterio.com/