El punk no ha muerto, sólo se ha adaptado a el mainstream de las nuevas generaciones, esas que prefieren rechazar que el sexo no vende – ¡por fin! Rebeldía llena de tintes de honestidad. Esta banda tiene mucha historia que contar y vale mucho la pena escuchar… o en su defecto leer…
“Las leyendas no se caracterizan por estar muy activas. Las leyendas se basan en la ausencia, en hacer algo genial y desaparecer misteriosamente, o morir, o volver por todo lo alto”. La declaración es de Zander Schloss, artista estadounidense que colaboró con figuras de la talla de Joe Strummer o The Pogues, aunque su contribución cultural más famosa fuera una aparición de apenas un minuto en la película Repo Man (1984), donde interpretaba a un irritante reponedor de supermercado que era golpeado por Emilio Estévez después de entonar varias veces la canción del anuncio de 7 Up.
Schloss, sin embargo, no se refería exactamente a sí mismo: el músico y actor pronunció esas palabras al final de My Career as a Jerk (2012), documental sobre la accidentada historia de una de las bandas insignia del hardcore punk, Circle Jerks, de la que el intérprete, fanático de su trabajo, acabó formando parte como bajista después de que el grupo también participase en Repo Man.
En lo que concierne a España, la ausencia sobre la que, según Schloss, se basa la leyenda de Circle Jerks ha sido prácticamente permanente en las más de cuatro décadas transcurridas desde su fundación. Hubo una tentativa en 2020, cuando fueron anunciados como parte del festival Barna’N’Roll, suspendido por el estallido de la pandemia del coronavirus. En 2022, finalmente debutaron en nuestro territorio en el Tsunami Xixón y en la edición de ese año de Barna’N’Roll. Ahora, llegan a Madrid como acompañantes de lujo en el final de la gira europea de despedida de NOFX, con fecha en el WiZink Center el 14 de mayo. El conjunto liderado por el cantante Keith Morris y el guitarrista Greg Hetson, únicos miembros fijos, vive la enésima reunión de su carrera, esta vez con motivo de la celebración del 40º aniversario de Group Sex (1980), su álbum debut, considerado el mejor.
14 canciones y un total de 15 minutos de duración es lo que el disco en cuestión abarca. Brett Gurewitz, uno de los padrinos comerciales del punk, se refirió a él en una ocasión como el título más importante del género junto con Damaged (1981), el primero de Black Flag. “Nos preocupaba que nadie lo comprase al ver que las canciones eran tan cortas. Así que si una canción duraba 57 segundos, [en la carátula] escribíamos 1:05?, confiesa Greg Hetson en otro momento de My Career as a Jerk, largometraje por el que se dejan ver varios ídolos de la escena alternativa a presentar respeto. “Es una obra maestra. La sección rítmica es firme y talentosa. Hay una articulación, todo suena claro y puedes distinguir cada nota”, afirma Henry Rollins, exvocalista de Black Flag. “Yo era batería de hardcore y recuerdo que era un gran álbum para intentar tocar a la vez superrápido”, cuenta por su parte J Mascis, el líder de Dinosaur Jr.
Circle Jerks fue una de las bandas surgidas de entre los gamberros con peinados mohicanos y litronas que se congregaban, a finales de los setenta y principios de los ochenta, en el centro cultural de la antigua iglesia baptista de Hermosa Beach, en Los Ángeles (California). Sus dos puntales eran miembros rebotados de otros grupos: Keith Morris había salido en malos términos de Black Flag, pese a ser su fundador, mientras que Greg Hetson acababa de abandonar Redd Kross. Les acompañaban Lucky Lehrer, percusionista de jazz, y Roger Rogerson, un guitarrista clásico reconvertido en bajista. “Eran como un supergrupo [como se denomina a las bandas formadas por miembros de otras bandas] en un extraño sentido a lo Alguien voló sobre el nido del cuco”, declara en el documental la primera mánager. Tras la buena acogida del primer disco, Circle Jerks alcanzaron mayor notoriedad entre los aficionados al interpretar en directo cinco canciones en The Decline of Western Civilization (1981), la gran película de Penelope Spheeris sobre el movimiento punk angelino. Su legado posterior, sin embargo, se fue volviendo más y más discutible.
Toma el dinero y corre
El número de miembros formales con los que ha contado Circle Jerks a lo largo de su carrera asciende a 16. Aunque han pasado 45 años desde su fundación, entre parones y enfrentamientos han estado activos solo la mitad del tiempo. Su discografía se compone de únicamente seis álbumes de estudio, los tres primeros con la formación original. A Group Sex le siguieron Wild in the Streets (1982) y Golden Shower of Hits (1983), donde la banda se adentró en el terreno de las versiones punk de broma: aquel tercer disco culminaba con seis clásicos pop tocados de manera acelerada y concentrados en una sola pista de cinco minutos. El batería abandonó, mientras que el bajista Roger Rogerson, que además de un diagnóstico de bipolaridad tenía un no menor problema de adicción a drogas y alcohol, robó en 1983 la furgoneta de la banda y desapareció sin dejar rastro.
Visto el panorama, en busca de alternativas seguras, Greg Hetson decidió unirse a Bad Religion a tiempo parcial, lo que enervó a un cada vez más desequilibrado Keith Morris. “Me había enamorado de la cocaína y todos los polvos que tuvieran color blanco. Me bebía dos cajas de cerveza al día”, dice el cantante en la película del grupo, donde la crónica del desfile de miembros hace intuir que Circle Jerks no era el entorno de trabajo más tranquilo: por ejemplo, de Chuck Biscuits, el reemplazo en la batería, Morris zanja su expulsión con la frase “Le di una patada tan fuerte en la entrepierna que se elevó en el aire y nunca volvió a ser visto”. En otra escena digna de la comedia This is Spinal Tap (1984), el cantante explica como si fuese la idea más genial del mundo su decisión de llamar VI (1987) al quinto disco: “Pensamos que era algo inteligente, la gente iría a la tienda y entrarían en un bucle al ver el número seis, ¡se preguntarían dónde estaba el quinto!”.
Además del actor de Repo Man Zander Schloss, entre los que pasaron por Circle Jerks en esa época estuvieron Flea, después bajista de Red Hot Chili Peppers, o Chris Poland, exguitarrista de Megadeth. Las esperanzas de obtener éxito con el punk se desvanecieron durante la década, con grupos migrando al metal o al glam. El sonido de Circle Jerks giró al rock, algo que no ayudó a su reputación. El crítico Ian Winwood, en su libro Smash!… Y la explosión del punk en los 90 (2018, editado por Libros Cúpula en 2020), tildó al disco Wonderful (1985) de “lastimoso” y de “intento fraudulento de ampliar su público”.
Winwood no parece tener en gran estima a Circle Jerks, que define como un proyecto de Keith Morris “propulsado por el alcohol y la cocaína”. En otro pasaje, se ensaña con su todavía último álbum de estudio, Oddities, Abnormalities and Curiosities (1995), “abominable incluso para los estándares de sus últimos días”, y afea el sentido de la oportunidad de Morris: el grupo estaba disuelto en los noventa, pero el fenómeno de Nirvana y Green Day hizo que las multinacionales se interesasen por el género y Circle Jerks emergieran “súbita y sospechosamente reformados”.
Jugar a Nirvana
“Pensé: vamos a reunirnos, escribir unas canciones, grabarlas, vender millones y ser tan grandes como Nirvana”, detalla Keith Morris en My Career as a Jerk. Pese al plan sin fisuras, Oddities…, que hasta incluía un dueto con la cantante de pop Debbie Gibson, apenas vendió 25.000 copias y actualmente el vocalista lo reconoce como “un disco que no debería haberse grabado”. El gran regreso de la banda quedó ahí y la gira se canceló tres semanas después de empezar. Pero era difícil mantenerse indiferente al dinero que, tras años de marginalidad, estaba dando el punk californiano: en 1996, Roger Rogerson, el bajista que desapareció con la furgoneta 13 años antes, llamó a sus viejos colegas para contarles que había tenido una epifanía, que los contratos lucrativos flotaban en el aire y que una reunión de la formación original podía convertirles en estrellas.
Les convenció. Morris, Hetson y Lucky Lehrer fueron al día siguiente al local de ensayo, pero Rogerson no se presentó. “Su compañero de piso me llamó”, recuerda Greg Hetson en el libro biográfico The Prodigal Rogerson (2017). “Roger había muerto. Tuvo una sobredosis al mezclar heroína y medicina para el asma, o algo así”. Lehrer difiere: “Fue una mezcla de litio y cocaína”.
Con el cambio de milenio, hubo reunión nueva de Circle Jerks, esta vez por otros motivos. Tras ser diagnosticado de diabetes, Keith Morris empezó a sentir “mayor aprecio por la vida” y que estaba “en proceso de abandonar este mundo e ir a otro planeta”. El cantante abandonó el alcohol y volvió al frente de la banda con fuerzas renovadas. La paz duró una década, en la que el grupo actuó con regularidad y dejó buenas sensaciones. En 2007, publicaron una canción nueva vía MySpace. Parecía el adelanto de un disco, pero lo que estaban por venir eran nuevas disputas: si bien el amable documental My Career as a Jerk aludía a las inseguridades de Morris como razón por la que Circle Jerks no publicaba material, en una entrevista el cantante explicaba que tuvo un enfrentamiento con la banda sobre quién debía producir su siguiente trabajo. Morris abogaba por Dimitri Coates, de Burning Brides, y, como los demás no estaban de acuerdo, decidió reservar las canciones para un nuevo grupo junto a Coates, Off!, aún activos.
Hubo que esperar a 2021 para su siguiente vuelta a los escenarios. Después de que Greg Hetson abandonase Bad Religion por razones no aclaradas (se vinculó en principio al largo proceso de divorcio con su mujer, 25 años menor, a la que acusaba de “inestable y violenta”), Circle Jerks ha regresado con el guitarrista, con Morris, con Zander Schloss y una nueva incorporación, Joey Castillo, exbatería de Queens of the Stone Age. La gira homenaje al disco Group Sex por EE UU ha sido recibida con comentarios positivos, aforos completos y un llamativo relevo generacional entre el público, con jóvenes que ahora sí les ven como leyendas, según apuntaba Steve Appleford en una reseña para Spin. “Circle Jerks siguen en pie, mientras que muchos de los artistas más populares de su época han caído en el olvido”, escribía.
El periodista Alex Rawls tuvo ocasión de verles en Nueva Orleans en 2022. “Sonaban urgentes. Tocaron con la energía e intensidad de una banda que acaba de escribir sus canciones el mes pasado”, cuenta Rawls a ICON. En la crónica que escribió para My Spilt Milk, el autor subrayaba la sensación de acontecimiento que rodeó la actuación de Circle Jerks ante un público entregado. “Tipitina’s es un local importante de Nueva Orleans que no habría acogido a los Circle Jerks en sus mejores tiempos. Verlos allí supuso una confirmación de nuestro gusto y de que la música que creíamos significativa en los ochenta realmente lo era”, explica. Y hay brotes verdes: la actual formación ha entrado en el estudio de grabación, según han confirmado el productor Raul Cuellar y el bajista Zander Schloss, y por ahí se dejó caer el líder de Rancid, Tim Armstrong (compañero de Joey Castillo en su proyecto paralelo DOOM Regulator). Con su primer disco en casi 30 años y una multitudinaria gira en grandes recintos con NOFX que le hará debutar en plazas como Madrid, 2024 se presenta bien para Circle Jerks. Mucho decir para un grupo acostumbrado a encontrarse en perpetua crisis.
Que chingona historia que se niega a morir de estos viejos y comtemporáneos punketos…
Nota sacada de elpais.com