Las mujeres, reunidas en Chihuahua, entonan un himno coreano que aprendieron hace 50 años. La transliteración suena algo así:
“Jangbaeksan julgi julgi phiorin jauk / Anmokgang kubi kubi phiorin jauk”.
Elda Nevárez, Herminia Gómez, Esperanza Rangel, Marisol Orozco y Elia Hernández, integrantes del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) en los años sesenta y setenta, viajaron a Corea del Norte para formarse política y militarmente durante la Guerra Fría. Ahí aprendieron también la canción. El cineasta Mario Corona Payán ha recuperado sus historias y su lucha en el documental Mujeres del MAR.
Elia Hernández, alias Rita, cuando era joven llevaba el pelo oscuro peinado con mucho volumen, entró en el Movimiento de Acción Revolucionaria cuando tenía 20 años y era maestra de una escuela en Nezahualcóyotl. Tenía inquietudes por la falta de empleo, o los empleos mal pagados; por el estado de las escuelas; por la falta de oportunidades; por la represión a campesinos, médicos, profesores, petroleros, entre otros.
“¿Por qué teníamos que vivir todo eso?” recuerda y pregunta a la distancia…
“Había una influencia muy grande de otros movimientos en América, y había mucha influencia de la Revolución cubana. Era un ambiente muy fértil para que los jóvenes nos interesáramos en cómo resolver esos problemas de México” sigue recordando Rita…
Eso las llevo a tratar de instaurar un régimen socialista. Y la lucha armada, la única opción que veía: “No había condiciones para un cambio de manera pacífica. Había que dar otro tipo de lucha”. Una hermosa utopía que no se ha dado, y como vamos, no creo que se dé. Sólo vean la clase de políticos y partidos tenemos, digan lo que digan los matraqueros en turno, son la misma basura…
El Movimiento de Acción Revolucionaria, el MAR, fue una guerrilla sobre todo urbana fundada a finales de los sesenta por alumnos becados en la Universidad Patrice Lumumba de la Unión Soviética. “A diferencia de otros grupos, no nace del coraje de la represión, no nace con esta huella de dolor que son el 68 y el 71. Nace a partir del análisis sociopolítico y cultural de la realidad mexicana”, señala Fritz Glockner, autor del libro Memoria roja: historia de la guerrilla en México. Ni la URSS ni Cuba ni China aceptaron, en ese momento, entrenarlos “por las relaciones diplomáticas, económicas y culturales con el Estado mexicano”, explica el historiador. “Kim Il Sung es el único líder socialista o comunista que lo admite”, continúa y asegura que el MAR fue, “según los registros”, el único movimiento clandestino que se entrenó fuera de México.
Entre 1969 y 1970 viajaron a Corea del Norte tres grupos del MAR: en total fueron 46 hombres y siete mujeres. Marta Maldonado, que falleció en La Habana, Cuba, en 2010, fue en el primero; en el segundo viajaron Martha Elva Cisneros, que murió en Morelia en 2018, y Marisol Orozco. Elia Hernández viajó en el último grupo de que salió de México hacia Pyongyang con Herminia Gómez, Elda Nevárez y Esperanza Rangel. Primero llegaron a Alemania, después a Moscú y al final a Corea del Norte, donde se instalaron en un campamento. Era invierno y hacía mucho frío.
“Los compañeros que ya estaban ahí nos recibieron con una emboscada. Como estaban vestidos de militares y no los conocíamos no sabíamos de qué se trataba. Al día siguiente empezamos con el entrenamiento. Habíamos engordado mucho porque pasamos algunos días en Moscú comiendo chorizos y caldos”, recuerda Hernández. Dormían en cabañas de madera en habitaciones que compartían entre dos y por las mañanas se levantaban temprano para estudiar teoría marxista-leninista, para entrenar judo o karate, o para aprender a armar y desarmar pistolas, fusiles, morteros. “Había que prepararnos y propagar estas ideas para que juntos propusiéramos una revolución. Tal vez era muy utópico, pero esa era nuestra idea”, dice Hernández, alias Rita.
Con Hernández, había viajado Herminia Gómez, alias Laura, que hoy tiene 71 años y conversa con EL PAÍS por teléfono desde Chihuahua, donde vive. Ella también recuerda el frío “espantoso” de ese invierno, los entrenamientos y las clases teóricas. Apenas salían del campamento, a una fábrica, o a una escuela, y contaban con traductores coreanos que habían estado en Cuba y hablaban español. “Íbamos con un nivel educativo aceptable, pero había compañeros que no tenían conciencia”, cree Hernández. “Siempre platicamos que, si hubiéramos ido un poco más preparados, más conocedores de lo que pasaba en México, hubiésemos aprendido mucho más en Corea. Ellos eran unos militares muy capacitados”, dice Gómez.
Ella volvió, como Hernández, seis meses después de haber llegado. Hicieron el camino inverso, esta vez pasando por Bélgica y por España, y llegaron de regreso a México. “Teníamos la idea de que íbamos a ir directo a la sierra”, cuenta, “pero nos dimos cuenta de que nos hacía falta dinero y territorio”. “Nos acomodaron en lugares para dar base a la guerrilla”, explica. Ella vivió en Oaxaca, en Chiapas, en Hidalgo. Hernández se quedó en Ciudad de México. “Hacíamos tareas de visitar a la gente, de ayudarlos, de orientarlos… Yo era igualita que uno de mis compañeros, cargaba mi mochila de 25 kilos, mi fusil”.
“Después nos empezaron a detener. En el 71?, cuenta Gómez. Ese año, cayó la primera casa de seguridad, que estaba en Xalapa, Veracruz. La guerrilla se dispersó y al final, a ella y a su compañero los detuvieron en Ciudad de México: “Nos llevaron a un lugar donde tenían muchos detenidos. El ejército nos llevó a la sierra para ver si podía detener más gente. {Sufrimos} una tortura muy fuerte, muy espantosa. Nos identificaron en la prensa como guerrilleros. Después de la detención y la tortura ya nadie regresó al MAR. Yo salí, creo, en el ’73. A cada uno nos tocó en diferente momento”.
Es muy interesante saber de estas mujeres que se entregaron, en un momento de su vida, a una causa justa, un sueño que puede parecer guajiro, pero que tuvieron – y siguen teniendo – más convicción que muchas personas, principalmente hombres, por querer cambiar la triste realidad que vivián, lo cual sigue siendo una constante en la vida de nuestro país, así como en otros más… muchos más.
Ahora estamos con la impaciencia de ver el documental de Mario Corona Payán, por el momento, les dejamos el tráiler y se den una idea de lo maravilloso que puede ser…
Con información de El País, editado por el equipo de Ocioltura…