Estos nobles y bellos animales saben distinguir colores, pero no desarrollan emociones con ellos…
Para entrar de lleno y de forma expedita se debe aclarar que, para iniciar, los toros son miopes y no alcanzan a distinguir cosas lejanas o apreciar detalles con mejor precisión. Pero hay que entrar en una descripción más exacta.
En los órganos visuales del astado se hallan dos tipos de conos, lo que afecta la percepción de los tonos, cosa que los humanos no sufren, ya que nosotros tenemos tres tipos de ellos. ¿Y qué chingaos puede significar eso? Pues a eso vamos. Los toribios logran captar ondas largas a medias, los cuales son el naranja, rojo, amarillo y amarillo verdoso; pero no pueden ver las cortas como son el azul, gris y algunos tipos de verde.
Otra característica que puede antojarse “rara”, estos cuadrúpedos poseen lo que se conoce como tercer párpado y éste se sitúa en la parte posterior del ojo y no está allí de adorno, por que la naturaleza no hace nada a lo pendejo. Esa membrana percibe la luz exterior, lo que incrementa la capacidad de los fotorreceptores, mejorando la visión en condiciones de escasa luminosidad.
Y para que se den cuenta de su existencia, del tercer párpado, si pueden y el toro no se encabrona, apunten con una linterna de luz intensa en un ambiente oscuro – de preferencia, a la mitad de la noche -, a los ojos y verán que brillarán mucho. Ese órgano causa el efecto.
¿A qué lleva todo el palabrerío anterior? Que el color rojo no es para nada un tono que altere la psique del animal. Más bien, es el entorno donde pueda estar parado. El caso más especial, repetitivo, así como sangriento e inhumano: las corridas de toro.
Allí, como todos han visto, la plaza emite mucha tensión con las arengas, gritos y los castigos infringidos al pobre vacuno. Se dice que, en algunas de esas arenas, les dejan caer un bulto de cemento en la espalda, antes de que salgan al ruedo y así minar su fuerza y potencia. Sí eso no te emputa y te hace salir con ganas de partir madres, no sé que sea.
Por eso el toro busca quien lo provoca, lo lastima. Un tipo con un capote rojo, de gran tamaño, apoyado por otros energúmenos con picas o como chingada madre le llamen, es más que suficiente para causar enojo y un furor desenfrenado, no por atacar – porque a eso se le llama defensa propia -, sino por escapar de ese lugar de terror.
Sin más que agregar a algo tan simple y directo, quienes son expertos en conducta animal, así como veterinarios, opinan, con estudios probados, que el toro es una especie sin algún tipo de anomalía o emoción fuera de control por un determinado tono. Así que déjense de payasadas y respeten a este vacuno…