Un académico de la felicidad. Quizás no sea la materia de estudio más convencional, pero eso es a lo que se dedica Matt Killingsworth, investigador del Wharton School, en la Universidad de Pensilvania: escudriñar en la naturaleza y causas de la felicidad humana. Y su relación con el dinero, claro. A lo largo de los años Killingsworth ha publicado varios trabajos al respecto junto a otros científicos destacados, incluido el recientemente fallecido Daniel Kahneman, pero ahora ha sacado un nuevo artículo que aborda una perspectiva más amplia y curiosa.
Aunque el estudio en cuestión (Money and Happiness: Extended Evidence Against Satiation) no ha sido revisado por pares y lo ha autopublicado el propio Killingsworth, el trabajo está alcanzado un eco notable. Incluso ha llegado a las páginas de The Guardian, Bloomberg o Money. Y es comprensible. Al fin y al cabo deja dos conclusiones tan interesantes como provocadoras. Primero constata que hay una «asociación positiva» entre euros y felicidad. En segundo lugar, confirma que ese affair parece más dulce cuantos más billetes hay de por medio. Son felices quienes tienen dinero. Pero son más felices quienes tienen mucho dinero
¿Cómo se estudia algo así? El trabajo de Killingsworth actualiza y completa otros ensayos que ya había desarrollado sobre el tema. Para su compleja labor se apoya en encuestas y estudios previos en los que se tiene en cuenta la renta de los participantes y su grado de «satisfacción» vital. Por ejemplo, una de sus fuentes es una muestra de 33.269 estadounidenses con unos ingresos familiares de al menos 10.000 dólares al año a los que se planteó una «Escala de satisfacción vital».
Su estudio abarca una franja interesante y a la que, reconoce el propio Killingsworth, no es fácil acceder para investigaciones como las que él desarrolla: las personas ricas. Para su análisis incluyó datos de gente con un patrimonio neto medio de entre tres y 7,9 millones de dólares, detalla The Guardian.
Cuestión de dinero. Que hay una relación clara entre dinero y felicidad no es nada nuevo. A lo largo de los años os hemos ido informando de diferentes estudios que, en ocasiones con matices, han constatado ese vínculo. El propio Killingsworth lo señalaba en un artículo de 2023 firmado con más científicos y en el que, entre otras ideas, afirmaba: «La felicidad aumenta de forma constante con los ingresos entre las personas felices, e incluso se acelera entre el grupo más feliz».
Ahora vuelve a señalar una «asociación positiva entre dinero y felicidad» que muestra que, cuando hablamos de niveles de satisfacción vital, hay diferencias claras entre las personas que tienen ingresos bajos, medios, altos y muy altos.
Una cuestión «amplia y compleja». «¿Son más felices las personas con más dinero? La literatura sobre esta cuestión es amplia y compleja, pero prácticamente todas las investigaciones coinciden en que tener más dinero está asociado con una mayor felicidad, al menos en cierta medida», explica Killingsworth en su artículo.
«En una investigación reciente que incluyó a un número considerable de participantes de ingresos altos, descubrí que la felicidad crece de forma constante en todo el rango de ingresos en una muestra amplia de EEUU. Desde los ingresos bajos hasta las personas que ganaban cientos de miles de dólares al año, había una asociación más o menos lineal entre ingresos más altos y una mayor felicidad».
¿Hay un umbral de riqueza y felicidad? Esa es la pregunta del millón, recuerda Killingsworth, la que plantea un desafío y que el académico ya había intentado responder en anteriores trabajos: asumiendo que existe una «asociación directa» entre riqueza y felicidad, ¿hay un nivel de ingresos o patrimonio a partir del que más dinero deje de traducirse en más felicidad? ¿Hay un umbral, una «meseta de felicidad», como se la ha denominado en ocasiones?
Ahora Killingsworth ha querido ir más allá y aclarar si incluso en las capas más opulentas de la sociedad hay diferencias: ¿Muestran mayores niveles de felicidad las personas muy ricas que las personas simplemente ricas? «Pese a la abundante literatura sobre dinero y felicidad, no conozco ningún estudio que compare a las personas que ganan algo así como 500.000 dólares anuales con las que ganan mucho más, lo que plantea un interrogante sobre el extremo superior de la distribución económica», admite en su último ensayo sobre la materia.