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El arma secreta de los Nazis: El martillo de Thor

Algunos nazis mostraron un inusitado interés por todo lo que tuviera que ver con los mitos nórdicos. Fue el caso de Heinrich Himmler, quien, obsesionado por la antiguas sagas germánicas y aprovechando el avance tecnológico del régimen, planteó la construcción de una arma de gran poder: un martillo de Thor eléctrico.

El arma secreta de las SS nazis

Obsesionado por el martillo de Thor –Mjolnir del que hablaban los mitos nórdicos que le habían fascinado desde niño, distorsionando, junto a las teorías raciales, su visión de la realidad, se sabe que Heinrich Himmler, uno de los hombres más fuertes del III Reich después de Hitler, ordenó a miembros de su Orden Negra –las SS– que lo buscaran, asunto corroborado en una carta que aún se conserva y que está rubricada por el propio Reichsführer-SS; debían hacerlo a través de la Deutsches Ahnenerbe o “Sociedad Herencia Ancestral Alemana”, cuyo fin era rastrear cualquier vestigio del pasado ario en el mundo conocido. Junto al Mjolnirdistintas expediciones más sonadas de guardias negros irían tras la pista del Santo Grial, la Mesa de Salomón, la escritura de los antiguos arios o la Lanza del Destino, llegando incluso hasta el lejano Tíbet o hasta tierras islandesas.

Pero cuando era evidente que el frente del Este acabaría finalmente con el poderío nazi en Europa, Himmler se autoconvenció –lo que puede darnos una idea de hasta qué punto llegó a desvirtuar el mundo que le rodeaba– de que el arma mágica del Dios del trueno nórdico, el martillo letal que fulminaba a sus enemigos del que hablaban los Eddas –poemas nórdicos antiguos– era en realidad un complejo artilugio basado en la electricidad que habrían desarrollado los antiguos arios. Sin duda, se había dejado influir poderosamente por los escritos de Rudolf John Gorsleben y otros ariosofistas que sentaron las bases del misticismo nacionalsocialista.

Ahora, Himmler destinaría todos sus esfuerzos a desarrollar una máquina que utilizara ingeniería eléctrica, una versión moderna del “Martillo de Thor” que sirviera para asestar un último golpe mortal, cual héroe nórdico en gesta final por su pueblo elegido –así pensaba en sus delirios megalómanos–, a la amenaza del “bolchevismo judío”.

Como una de sus últimas extravagancias, a las que tan acostumbrados tenía a sus subordinados, transmitió a la Oficina Técnica de la Escuadras de Protección la descabellada propuesta para la construcción del arma eléctrica “milagrosa” que salvara a la gran Alemania de las garras de sus adversarios “subhumanos”, utilizando si era necesario los últimos avances en fisión nuclear que en 1942 debatían los miembros del Consejo de Investigación del Reich como una posible vía para la construcción de la bomba atómica nazi, un proyecto que nunca fructificó debido a su alto coste y a la dificultad para llevarlo a la práctica, a pesar de la insistencia del entonces Ministro de Armamento del Reich, Albert Speer, por convencer a Hitler de destinar importantes fondos al asunto.

Pero Hitler quería resultados casi instantáneos, y el avance aliado no permitía dedicar un tiempo que no tenían a la experimentación que, por otra parte, se estaba llevando a cabo en la base blindada de Los Álamos, el denominado Proyecto Manhattan, con las nefastas consecuencias que tendría después, precisamente comandado por un norteamericano de origen judío y ascendencia alemana, Robert Oppenheimer.

Desarrollo y diseños

Himmler recurriría a varias empresas para que realizaran un diseño de su artefacto soñado, y sería la oscura empresa Elemag-Hildesheim quien le presentaría un proyecto para su construcción en noviembre de 1944. Según sus expertos, se podía emplear tecnología actual para construir un arma capaz nada menos que de transformar “el material aislante de la atmósfera en un conductor eléctrico”; a través de un complejo proceso, los ingenieros de Elemag pretendían lograr esto con la intención de bloquear la señal de todos los aparatos eléctricos de los aliados, desde frecuencias de radio a controles remoto.

Die Glocke, otro proyecto nazi fallido

El Reichsführer se mostraba eufórico con el proyecto de su arma definitiva, su nuevo “Martillo de Thor” que se abatiría implacable sobre las fuerzas enemigas; llegó a transmitirle a su masajista, Felix Kersten, su confidente entonces y quien escribiría un libro con sus memorias años después que se convertiría en bestseller, que “Muy pronto empezaremos a usar nuestra última arma secreta. Y eso cambiará completamente la situación de la guerra”. Kersten dejaría por escrito la estupefacción que le causaron las palabras de su superior años más tarde: “El país estaba en ruinas, el bombardeo era cada vez más intenso, Alemania estaba casi derrotada, ¡y Himmler hablaba de victoria! Apenas podía creer lo que oía”.

Cuando los técnicos de las SS, tras analizar minuciosamente los bocetos del conductor eléctrico presentados por Elemag, comunicaron a Himmler que aquello era inviable, apenas una fantasía para la que Alemania no tenía medios, y mucho menos en el estado de avanzado desgaste y escasez en los que la guerra había sumido al país, éste no quiso aceptarlo, y recurrió también al jefe de la oficina de planificación del Consejo de Investigación del Reich, el mismo que había realizado las investigaciones con uranio enriquecido, en busca de una segunda opinión, quien le corroboró la imposibilidad de llevar a cabo tan gigantesco y fantástico proyecto.

Con Berlín bombardeado por las fuerzas aliadas y el ejército soviético apostado a apenas 100 kilómetros de la capital alemana, a Himmler ya sólo le quedaba intentar sellar una alianza con el enemigo como única forma de mantener en pie el “Reich de los Mil Años” que ya era incapaz de sostenerse. Ningún arma milagrosa, ni los dioses atávicos de la mitología nórdica, ni siquiera el ardor guerrero que creía le transmitía el emperador Enrique I, su avatar en la imaginería fantástica que se había forjado a lo largo de los años, podían ya salvarle a él ni a su Orden Negra, trasunto siniestro de la Alemania “purificada y superior”, de la derrota a manos del adversario.

Si en torno a Himmler todo había sonado extravagante desde sus primeros tiempos en el poder, cerca del desastre final adquiría ya tintes estrafalarios que dejaban entrever la incompetencia en el campo militar del que había sido, por otra parte, un excelente burócrata y organizador del aparato de terror nacionalsocialista.

Autor Óscar Herradón para https://www.espaciomisterio.com/


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