Así como en el Metal, y el rock en general, el Punk está viendo partir a sus máximos exponentes – también a los que no son tanto – y eso nos da una perspectiva de como todos nosotros estamos envejeciendo y eso no es malo. ¡Vamos!, los años te dan experiencia y en cierta medida, sabiduría. Lo malo es que observamos nuestros contemporáneos músicos, y todos los artistas de nuestras expresiones favoritas, tienen que colgar sus instrumentos más por falta de energía que por pericia.
Eso es lo que leeremos a continuación con una de las bandas icónicas de la movida gabacha: NOFX.
Las canciones corrían como la pólvora, más rápido aún que el trote desbocado del ritmo que marcaba la batería. Propagandhi en una cara, Lagwagon en la otra. Y en la camiseta, cuarteada ya de tanto ir y venir, la portada estampada de ‘The Longest Line’. Ah, los noventa. En Seattle, la lluvia oxidaba aún más ese grunge hecho de herrumbre y desesperación, pero un poco más abajo, en la soledad California, el hardcore había mutado en algo más atropellado, bullicioso y colorista. Hardcore melódico, lo llamaron. La velocidad de Minor Threat pero sin la mala uva de Black Flag. Descendents, Hüsker Dü y el poder adhesivo del pop. Punk bronceado, piruetas de skate y una pizca de activismo político.
Sus padrinos oficiosos, los veteranísimos Bad Religion, ya celebraron su 40 aniversario el año pasado y repiten en un par de semanas en el Primavera Sound de Barcelona y Madrid. The Offspring, responsables del que aún hoy es el disco publicado por un sello independiente más vendido de la historia (‘Smash’, 11 millones de copias y subiendo), estarán en julio encabezando una nueva edición del Cruïlla. Y NOFX, terceros en discordia y los más gamberros del lote, arrancan este viernes en Barcelona la rama europea de su ‘Final Tour’. Una despedida de los escenarios que, coincidiendo también con su cuadragésimo aniversario como banda, les llevará a abarrotar tres noches consecutivas el Poble Espanyol. Tres conciertos, dos discos diferentes cada día y ‘mascletá’ de grandes éxitos para rematar la faena.’So Long and Thanks For All the Shoes’ y ‘White Trash, Two Heebs and a Bean’ el viernes, 19; ‘Wolves in Wolves’ Clothing’ y ‘Punk in Drublic’ el sábado, 20; y ‘Pump Up the Valuum’ y ‘The Decline’ el domingo, 21
«Esta no es una gira de despedida como las de Mötley Crüe o Black Sabbath», ironizó el líder de la banda, Fat Mike, al anunciar la tanda de conciertos. «Estos son los últimos shows que NOFX tocará. Vamos a tocar con todo nuestro corazón, con toda nuestra alegría. Y luego habremos terminado». Game Over. Se acabó. Adiós a uno de los grupos señeros del punk-rock que surgió en California en los años ochenta y adiós también a los últimos coletazos de un género que anda apurando su tercera o cuarta juventud antes de replegarse ¿definitivamente?
«Nunca pensamos que el punk volviera a tener éxito», dejó dicho Fat Mike a mediados de los noventa. Hablar de éxito, sin embargo, es quedarse corto: hubo un momento, allá por 1994, en que parecía que los nuevos-viejos punks acabarían conquistando la tierra y colonizado el ‘mainstream’: en pocos meses aparecieron, ahí es nada, ‘Dookie’ de Green Day, ‘Smash’ de Offspring, ‘Punk In Drublic’ de NOFX y ‘Stranger Than Fiction’ de Bad Religion. Póquer de discos capitales y pico de popularidad de un género que, tres décadas después, mantiene intactas sus señas de identidad. Para bien y para mal. «La línea evolutiva del punk-rock californiano lleva tiempo trazando una recta sin pendientes, más plana y previsible que atravesar la Ruta 66 en coche automático», resumía en 2019 un periodista barcelonés tras ver a NOFX y Bad Religion haciendo tándem en el Poble Espanyol. Y, sin embargo, ahí siguen. Abrillantando una nostalgia hecha de pelos teñidos, zapatillas Vans y guitarras pasadas de revoluciones. Arrastrando las contradicciones de un estilo que nació de espaldas a la industria y, como tantos otros, acabó absorbido y asimilado.
Un ejemplo antes de seguir: estamos en Escalarre, en el Doctor Music de 1996, y un chaval sube al escenario durante el concierto de Bad Religion. «¡Eres un vendido!», le espeta a Greg Griffin, cantante de la banda. «Estás calvo. Y gordo», sigue antes de que lo saquen a empellones de escena. Griffin sólo tenía 32 años, pero a ojos de aquel joven insolente, ya era calvo, viejo y vendido. Sobre todo vendido. Esto último, de hecho, es lo realmente importante: poco antes, en 1994, Bad Religion se habían estrenado en la multinacional Atlantic con ‘Stranger Than Fiction’, cisma que dividió a algunos de sus fans. Para los verdaderos creyentes, abandonar Epitaph, patria chica del hardcore-punk y sello fundado por el guitarrista de Bad Religion Brett Gurewitz, fue un pecado difícil de perdonar.
Contra eso es precisamente contra lo que NOFX y Fat Mike han luchado a brazo partido durante toda su carrera. Se les podrá acusar de cafres, gamberros y bocazas. Incluso de gastar un sentido del humor soez e inoportuno, como cuando bromearon sobre un tiroteo mortal en Las Vegas. Pero nunca de vendidos. Es más: bajarán la persiana, por lo menos en directo, sin que ninguno de sus videoclips haya aparecido en la MTV. Y no, no es censura, sino decisión de la propia banda, como también lo ha sido rechazar sistemáticamente cualquier propuesta multinacional y mantenerse fiel primero a Epitaph y luego a su propio sello, Fat Wreck Chords.
Se jactan de ser un grupo imprevisible y genuino, nada de ‘part time punks’, y el tiempo ha acabado por darles la razón. Tanto es así que, además revitalizar la escena desde su flanco más político (en 2004 enrolaron a bandas como Foo Fighters y Pennywise en la iniciativa ‘Rock Against Bush’), Fat Mike acaba de abrir Las Vegas el primer museo del mundo dedicado al punk-rock. Un local de 4.000 metros cuadrados ubicado entere un club de striptease y una autopista y repleto de guitarras de los Misfits y Sick Of It All, camisetas de Joe Strummer y Henry Rollins, moldes originales de los sombreros de Devo, toneladas de fotografías, cheques por el pago de royalties de Charlotte Caffey (The Go-Go’s)…
«Teníamos que estar ahí, al lado del club de striptease y la autopista, porque el punk rock somos un satélite, no pertenecemos a la industria de la música. Ellos no nos quieren», explicó el músico en una entrevista reciente. Quién sabe si, cuando se apee de los escenarios, se dedicará en cuerpo y alma a esa «iglesia del punk rock» a la que ha dado forma con la ayuda de Pat Smear (Germs, Nirvana, Foo Fighters), la leyenda del skate Tony Hawk y los fundadores del Warped Tour.
Esta es una gran reseña de ABC, la que puedes leer en este link: http://bitly.ws/FFQy. El primer párrafo es nuestro…